VIVITOS Y COLEANDO


Una sensación común sobrevuela los nuevos discos de estos dos veteranos de la canción. Más allá de las evidentes similitudes estéticas de las portadas, se percibe en ambos cierta vocación por la sana permanencia. Suerte de relanzamiento de una obra indiscutible y actual. Las circunstancias inmediatas que motivaron estas presentaciones son bien distintas: V. Morrison celebra las cuatro décadas de su disco más ilustre, mientras que Cohen abandonó su retiro Zen para atender dificultades financieras. Sin embargo, los dos se encargan de demostrar cuanto son capaces de generar a una edad en la que se nos suele considerar dignos de retiro. Pensar que en 2001, Cohen se refería a esta etapa de su vida como el tercer acto, y citando a Tennessee Williams dijo: “La vida es una obra bastante buena, salvo el tercer acto, el último”.

De Astral Weeks llegó a decirse: "es un disco sobre gente abrumada por la vida...". Siempre presente en los rankings de los mejores discos de la historia, en 1968 la falta de presupuesto frustró los planes de una presentación en vivo. V. Morrison soñaba con una orquesta. Cuarenta años después, salió a escena con 15 músicos entre los que se encuentran Jay Berliner (guitarrista en la grabación original) y el baterista de The Doors John Densmore. El viejo Van no le teme ni a su propia gloria. Altera el orden original de las canciones, las extiende y las intercala con otras piezas (“I Believe - I've Transcended”, “I Start Breaking Down”). Sale airoso gracias a su oficio y al imbatible timbre de su voz. La perla mejor atesorada es la pequeña suite que integran “Cyprus Avenue” y “You Came Walking Down”, donde se luce toda la banda.

Por su parte, con la minuciosidad de un relojero Cohen deconstruye su obra pieza a pieza. La voz penetrante hace que sus canciones, pura indagación introspectiva, paradójicamente suenen como las canciones de todos. Es que sus confesiones son en realidad poemas sobre una actividad feroz, donde uno experimenta derrota, aceptación y exaltación: el amor. Así, infiltradas por la melancolía y la austeridad sonora, entre dos docenas de clásicos pasan "Ain’t no Cure for Love", "Suzanne", " Hallelujah" y "Bird on the Wire" todas bien arropadas por los coros femeninos que Cohen impuso como sello distintivo. La delicada instrumentación no hace más que potenciar el resultado final. A Cohen le sienta bien el minimalismo.

Ahora a la pregunta sobre si hay un “cuarto acto”, Cohen se limita a responder “podría haberlo, pero eso vamos a dejárselo a los teólogos”. La respuesta vale para el “viejo” Van también.
Jorge Cañada

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