EL ETERNO HOMBRE DE NEGRO



JOHNNY CASH - “OUT AMONG THE STARS” (2014)



Pero que todos sepan que no he muerto;
Que hay un establo de oro en mis labios;
Que soy el pequeño amigo del viento oeste;
Que soy la sombra inmensa de mis lágrimas
(Federico García Lorca, “Gacela de la muerte oscura”)

“Sólo una cosa no hay. Es el olvido”. Si fuera acertada la sentencia de Jorge L. Borges y verdaderamente nada escapa al recuerdo, Out Among The Stars siempre estuvo predestinado a regresar desde el pasado. Por alguna razón desconocida, Johnny Cash resolvió archivar dos sesiones de grabación que tuvieron lugar entre la edición de Johnny 99 (1983) y Rainbow (1985). Eran los años de indiferencia y deterioro de la relación con Columbia Records, su sello por más de treinta años, y la antesala de una búsqueda que terminaría una década después con el suceso de las American Recordings.

La vida de Johnny se define entre dos muertes, la trágica agonía de su hermano Jack a los doce años y la de su esposa June en el crepúsculo de una vida sin concesiones. Entre una y otra pérdida, peregrinó sesenta años luciendo riguroso luto, sea por la docena de severas razones que recita en “The Man in Black”, o simplemente porque “el color negro le quedaba bien”. Se trata del mismo hombre que era capaz de arrojar un tractor desde un acantilado para “ver cómo cae” o de derribar a hachazos la pared de su cuarto de hotel “porque tenía ganas de hacerme una suite”.

Out Among The Stars reúne casi todas las facetas de Cash. El que acelera el contrapunto  vocal con June Carter en "Baby Ride Easy", aquel que en “I'm Movin' On" combina con soltura la épica vaquera de los Highwaymen con el rockabilly melódico de la quinta del ´55, y también el que anticipa la solemnidad de sus últimos trabajos en esa elegía de tono marcial que es “She Used to Love Me a Lot”. Es justamente “She Used to Love Me a Lot”, la pieza más despojada y contundente del disco, la que mejor describe a Cash, un alma con el poder para leer los pensamientos de un amor de otra época pero incapaz de retardar el reloj para volver el tiempo atrás.

La producción no desentona con el état de l'art del Country actual, pero, decididamente contrasta con la técnica de sus últimos registros donde el apotegma era “si los demos son mejores que el disco, entonces los demos son el disco”. Todo hace pensar que Cash guardó un tesoro que nunca perdió de vista y que, absorbido por nuevos proyectos (Highwaymen – Class of ´55) en la segunda mitad de los ochenta, y más tarde envuelto en un postrero frenesí productivo junto a Rick Rubin, no tuvo tiempo para desempolvar lo que sigilosamente había ocultado. Tal vez, desmintiendo a Borges, lo olvidó en un cajón, o simplemente quiso ganarle la última batalla a la muerte.  
JORGE CAÑADA
 

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