Malmkrog

(Rumania-Serbia 2020) dirigida por Cristi Puiu

Malmkrog (“La casa señorial”) es una experiencia exigente, radical, difícil, de doscientos minutos de duración, donde se alternan poquísimos planos y contraplanos a través de los cuales el director Puiu (“La muerte del señor Lazarescu”, “Aurora”)  recusa la acción cinematográfica tradicional, renuncia a la estructura narrativa aristotélica (presentación, evento dramático disparador, nudo y desenlace) y dispone una representación histórica minuciosa, de una modernidad lejana ya, apoyándose esencialmente en la palabra y el debate como elementos expresivos y dramáticos.

Los hechos en la ficción ocurren en los primeros años del siglo XX (tal parece, entre el genocidio armenio de 1915 y la caída del zarismo en 1917), el día de Navidad, en una lujosa mansión en algún lugar de Europa del este, hasta donde llegan, como todos los años, los cinco invitados de un aristócrata de origen eslavo, como él, aristócratas también; y en medio del lujo y la abundancia, sostienen debates sesudos, cargados de hipótesis, ideas y evidencias; en favor y en contra de asuntos como el militarismo, la guerra y la paz, la cultura, el bien y el mal, el cristianismo, el Anticristo, la Resurrección. Los personajes son sombras finiseculares, aristócratas vinagres y utópicos, que se resisten a mirar los cambios en el mundo y se refugian en sus querencias materiales e intelectuales. Puiu, quien es el mejor director rumano de su generación, entiende que un retrato de época se puede trazar con un diseño de producción cuidado, con un vestuario exacto o con la recuperación de los usos y costumbres. Pero también, y, ante todo, reconstruyendo las ideas, las estructuras mentales, los prejuicios, los temores, las urgencias. Para ello, Puiu desarrolla planos fijos de larga duración, con escaso movimiento y cuidada composición visual, que registran maratónicos debates sobre asuntos que ocuparon a la aristocracia y al diletantismo en la Europa del Este, en los albores del siglo XX y que son verbalizados en francés, al uso snob y elitista de los Romanov y de los países satélites a Rusia. 

Malmkrog no es un empeño de sensualidad pasatista y trasnochado, que invoca a los espíritus y sus ideas; no es el placer de conducir una proeza radical la que anima a Cristi Puiu, o la de incordiar al público. Sino la posibilidad de mirar al presente y al futuro también, desde el pasado, a partir de una representación del encierro culto donde se verbalizan certezas y preocupaciones que siguen ocupando a los seres humanos hasta el día de hoy. (ÓSCAR CONTRERAS)

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