DOLORES O'RIORDAN (1971 - 2018)
Cada generación tiene sus héroes. Artistas, actores, cantantes, gente a
la que se admira. Porque fue compañía entrañable en los años de aprendizaje.
Porque su obra tocó un corazón joven, cuando éste era vulnerable a los dardos
del travieso Eros. O porque su canto sirvió de apoyo cuando el entorno no
entraba en sintonía con las necesidades del afecto esencial, del amor tantas
veces deseado y tantas otras esquivo.
En el
escenario ella cantaba sobre los sueños y las fantasías (‘Analyse’) y tentaba
al ser amado y reconocía que ese impulso primitivo era encantador (‘Animal
Instinct’). Sobre el escenario, y con una banda guitarrera y jubilosa, se
ilusionaba y se desilusionaba (‘Linger’) y luego confesaba extrañar al hombre
amado (‘When You’re Gone’), pues siempre pensó que vivía para el amor (‘Just My
imagination’). Al final, resignada, afirmaba que no quedaba más que tomar la
vida como era (‘Ode to My Family’) y asumir que tenía que vivir tal como ella
deseaba (‘Free to Decide’). Pero por más que se propusiera ser fuerte, siempre
lloraría porque él no estaba aquí (‘I Can’t Be With You’), y sufriría porque
era consciente de que era imposible seguir juntos (‘Conduct’). Así pues, solo
quedaba como salida inyectar de libertad al alma (‘Salvation’) y seguir
adelante con el convencimiento de que no siempre
se podría confiar en el ser amado (‘Ridiculous Thoughts’). Y, mientras tanto, en el entorno, la violencia campea y hiere (‘Zombie’).
Entonces, ella siente que es la hora del retorno a la pareja esencial, siempre
él y ella (‘You and Me’), la vuelta a las promesas de toda una vida
(‘Promises’) y el vuelo hacia los sueños, solo los sueños… sí… tú eres un sueño
para mí (‘Dreams’).
Así
cantó una inspirada Dolores O’Riordan, por segunda vez, en Lima. Fue una cálida
noche de diciembre de 2016. Con su voz melodiosa, con su voz llena de amor, de
vitalidad. Una vitalidad que desapareció para siempre cuando apenas tenía
cuarenta y seis años. Muy joven para morir. Pero alguien dijo que los dioses,
egoístas y perversos, prefieren a los jóvenes, a los que aman y se llevan para
tenerlos con ellos toda una eternidad. Y Dolores tenía una voz encantadora. No me
cabe la menor duda de que los dioses se enamoraron de ella y de sus canciones
de amor, de sus canciones desesperadas, de sus canciones que hablaban de
sueños.
No fui un seguidor de los Cranberries, pero esa noche que los escuché en
concierto, sentí algo que se parecía a la emoción en mi cansado corazón. O será
que disfruté al ver a la amiga apreciada cantar, gritar, saltar y conmoverse
con aquella música que la acompañó en sus años aurorales, cuando ella misma
cantaba en una banda y tenía su programa de radio, cuando pensaba que el tiempo
de la juventud era infinito y el amor llenaba su corazón.
(ROGELIO LLANOS)
(ROGELIO LLANOS)
Recordando a
Dolores O’Riordan
UN VIENTO FRESCO LLAMADO THE CRANBERRIES
“Dolores,
no sé cómo haces para conservar en perfecto estado tu sinuosa e hipnótica voz.
En esta noche, tus susurrantes cuerdas vocales se sintieron como el bendito
viento fresco que uno espera en el verano (“Linger” fue eso y mucho más). A
pesar de que el sonidista se quedó dormido o no trajeron equipos que estuvieran
al nivel de tu banda, te diste mañana para expresarte con todo. Tu alegría y
vitalidad fueron desbordantes en el escenario, ¿dije escenario?, ¡por Dios!,
parecía una tarima lo que los organizadores instalaron, pero no importó mucho,
igual nos deleitamos con tus saltos, tus movimientos de cadera, tus palabras
educadas, tu fuerza interpretativa, tu liderazgo; y tus esporádicos solos
con la guitarra SG simplemente me conmovieron tanto como si fueras una pequeña
Santana. Noel, tu hombre de las seis cuerdas, arremetió con todo en
canciones como “Salvation” o “Zombie”, aunque otra vez el maldito sonido de los
parlantes no le hizo justicia a esos acordes abrasivos que se morían por
calcinar a todos los presentes.
(HENRY A. FLORES)