EL ÚLTIMO VALS DEL POETA
LEONARD COHEN - "THANKS FOR THE DANCE" (2019)
Una luz mortecina. Es lo único
capaz de morir en esta habitación. Un allongé
se ha enfriado en la espera. Es la hora final de un hombre sin más horas. Al
alcance de unos pocos pasos lentos, su lecho. Ha ennegrecido las últimas hojas,
mientras la nieve incesante destiñe el paisaje de la ventana frente a su silla.
El limonero florecido. El almendro marchito. Un vecino sonriente. Una segunda
vida que aún no llega. A esta altura, el cansancio puede más que la curiosidad.
Abandona toda estrategia espiritual para entregarse al destino. Con la convicción de que un ataúd
de pino será su próxima morada, Cohen lanza sus sentencias más sabias. Solo en
ese trance se puede entender el ritual de las despedidas. Las flores que
acercan el milagro. Entre resignados y expectantes, hijo y nieto lo mirarán
como la manada que vela en vida al paquidermo agonizante. Es la vigilia detrás
de la escena que oculta el desvelo.
Luego de la ceremonia, después del reencuentro
con sus padres, Leonard descansa, y otro Cohen, Adam, escribe la postrera nota,
el acorde demorado. Suenan mandolinas, guitarras lorquianas, las voces corales
que siempre lo cobijaron. La fidelidad al espíritu de un hombre que no
buscaba otra cosa. Fue tan lejos en busca de la belleza, dejó tanto atrás. Así definió su vida.
Cree
que ha fallado su pequeño fuego. Pero, muy al contrario, extiende su chispa
moribunda. A la manera de un Maestro Zen. Sin perturbar a su alumno con nuevas
instrucciones. El padre transfiere el espíritu, "Así como nos servimos de una vela
encendida para iluminar a otros", vuela el arte de corazón a corazón
para que el discípulo también pueda iluminarse. “Gracias
por mantener mis canciones vivas”. Sus últimas palabras de siempre. (JORGE CAÑADA)