Archivos: THE DOORS – "THE DOORS" (1967)
¿Qué es lo que hace que
este disco se destaque entre tantos clásicos?
La originalidad del sonido.
Las justas dosis de rock, blues, pop y jazz inoculadas con precisión y
encapsuladas en enigmáticas melodías invariablemente comandadas por el
omnipresente piano Fender-Rhodes de Ray Manzarek y la cautivante voz de Jim
Morrison convirtieron en clásicos inoxidables a cada una de las once canciones
del disco. En la composición e
interpretación subyacen la
formación clásica de Manzarek y Robby Krieger, cuya guitarra puede viajar sin
mayor esfuerzo del blues de Chicago al flamenco y el feeling jazzero que John
Densmore impone con mesura desde la batería.
El carisma de Jim
Morrison. Su magnética presencia, máxima expresión de la
dimensión dionisíaca que hasta ese momento el rock pudo concebir, lo convirtió
rápidamente en un icono que aún hoy desde su tumba en Père-Lachaise despierta
pasiones y sólo encuentra rival en la imagen posterizada del Che.
El
contenido poético de las letras. En su
encuentro fundacional en Venice Morrison deslumbró a Manzarek recitándole
algunas de sus letras, esa experiencia llevó al tecladista a abandonar a los
“Ricks & the Ravens” para formar una nueva banda con el “Rey Lagarto”. La
lírica densa y oscura del cantante es el encuentro más cercano entre el rock y
la poesía maldita.
Las
canciones. Cada una de las canciones tiene su lugar bien ganado, sin embargo, el
eje lo conforma la trilogía "Break on Through (To The Other Side)" - “Light
my Fire” - “The End”, estratégicamente dispuestas en los extremos y en el
corazón del álbum. "Break…” es un comienzo demoledor cargado de adrenalina
y con Jim incitándonos a cruzar las puertas de la percepción. “Light…” con el
solo de teclados más celebrado de la historia se convertiría en un tema
versionado hasta el hartazgo. Por último “The End”, reservada justamente para
el desenlace del disco, con su increscendo que desemboca en la confesión edípica
y a la que recurrió F.F.Coppola para cargar de mayor dramatismo el “viaje” de
Willard hacia el reino del coronel Kurtz en “Apocalipsis Now”. Entre esos tres
pilares se lucen el sensual encanto de "Soul Kitchen", la cadencia oriental de “The Crystal Ship”,
el homenaje a Brecht y Weill en “Alabama Song” y "Take It As It
Comes", ese potencial hit opacado por “Light …”.
En fin, un debut difícil de superar, incluso para la propia banda que
nunca volvió a reunir semejante colección de canciones. ¿Acaso no hay regreso
posible una vez traspuestas las puertas de la percepción? (JORGE
CAÑADA)
*Publicado, por primera
vez, en Discos y Otras Pastas 02 (diciembre 2007)