ARCHIVOS: "QUÉ VIVA LA MÚSICA" de Andrés Caicedo.
¿Qué resultaría, si
mezcláramos a los Rolling Stones con la salsa de Richie Ray & Bobby Cruz?
Hace más de cuarenta años el caleño Andrés Caicedo lo hizo, pero no con una
consola para mezcla de audios, sino con tinta, papel y mucha imaginación. El
resultado: un elemento poderoso que le da vida y razón de ser a María del
Carmen Huerta, y ella, en agradecimiento decide contar su azarosa vida, haciendo
que su creador escriba la única novela completa que llegaría a publicar en su
corta existencia.
“Qué viva la música”
retrata crudamente a los adolescentes y jóvenes caleños de los setenta, un mapeo
vigente hasta hoy, no solo de Colombia, también de Latinoamérica. Sus rumbas,
sus drogas, sus crímenes, sus sueños, sus pensamientos retorcidos, su crueldad,
su modus vivendi escapista, hedonista y efímero. Los culicagaos podrán ser todo
lo bueno o lo malo que quieran, pero siempre serán honestos y consecuentes con
sus actos, sin poses.
La novela está narrada
en primera persona. María del Carmen es una chica rubia, hermosa, de clase
media, que habita la zona norte de Cali. Llevada por su adicción a la música,
decide vivir por y para ella, sin importarle ir descendiendo de clase social
(del Norte se va al Sur y luego al Este), ni tampoco cometer los actos más
impensables (consumo desmedido de drogas, terminar de puta) y amorales (robar a
turistas, promiscuidad sexual) para una “chica de buena sociedad”. Todo lo vive
y todo lo soporta, mientras haya un lugar o una persona que le ofrezca la rumba
de cada día. Aquí los hechos se cuentan
de manera directa, cruda, sin inhibiciones, con una sinceridad que por momentos
nos pone los pelos de punta. No hay intentos de dar al lector moralejas o
lección alguna. Todos los pensamientos o reflexiones le pertenecen solo a la
protagonista, estemos o no de acuerdo es lo que menos importa, conformémonos
con solo escucharla.
El autor vivió en carne
propia mucho de lo experimentado por su ¿álter ego? Con total conocimiento supo
moldear y trazar el destino de su heroína, la dejó rumbeando y derrumbándose
para siempre. El mismo día que recibió el primer ejemplar (4 de marzo de 1977),
Caicedo termina con su vida tomando sesenta pastillas de Seconal, siendo
consecuente con su predicación de que vivir más allá de los veinticinco años
era una locura y no valía la pena (“Muérete antes que tus padres para librarlos
de la espantosa visión de tu vejez”). Andrés la tenía muy clara, con el libro
en sus manos sabía que ya le había ganado a la vida, solo le quedó cerrar los
ojos para gozar de la juventud eterna y pasar a la posteridad como un mito que
todavía nos sigue hablando y cautivando.
(HENRY A. FLORES)
*Publicado, por primera
vez, en Discos y Otras Pastas 09 (mayo 2008)