NOMADLAND (USA, 2020)
Estamos ante una
película de actualidad, si se quiere, fronteriza entre la ficción, el
documental y la crónica, que retrata el estilo de vida de muchos ciudadanos
norteamericanos, en su mayoría adultos mayores desengañados, que rompen con el
sistema y emprenden una vida errante a lo largo de las carreteras del medio
oeste rural, en sus camionetas y remolques, aparcando en la inmensidad del
desierto y formando una comunidad solidaria, básica, ambientalista,
recolectores de empleos eventuales en corporaciones grandes como Amazon.
Dirigida por Chloé Zhao, la película se cuenta a través de Fern (Frances McDormand), una nómade modelo, de acuerdo a los términos dramáticos que se plantean desde el inicio, que acumula heridas en el alma y cuentas con la vida. Todos los nómades son Fern, y Fern es Nomadland. Un filme solvente, que en algunos tramos se empoza en sentimentalismos o se deslumbra asimismo con su propia fotografía, pero que en líneas generales transmite emociones, está muy bien narrado y es un testimonio de lo que ocurre en Norteamérica.
Me trajo a la memoria “Mi vida es mi vida” (1970), la gran
película de Bob Rafelson protagonizada por Jack Nicholson. Como en Nomadland,
el personaje protagónico huye hacia adelante, quiere dejar atrás un pasado
distinto, familiar, en algún sentido confortable, cargado de responsabilidades
(Nicholson era un pianista prodigio); y se refugia en la vida populosa del
medio oeste, trocando la música por las faenas en una refinería, el piano por
el alcohol, relacionándose con una mujer opulenta, pero sin ningún punto en
común. La cinta de Rafelson retrataba la resaca antisistema de fines del sesenta,
y Nomadland la embriaguez y el mal sueño post Trump. (ÓSCAR CONTRERAS)