GET BACK: THE BEATLES VISTOS (Y AMADOS) POR PETER JACKSON – PARTE FINAL
ESCRIBE: ROGELIO LLANOS Q.
VII
Get Back, siendo como es, un filme que testimonia los últimos estertores de The Beatles, es un filme amable, que se propone, además, aportar al conocimiento del final de la banda. Ello implica ir, en algunos casos, a contracorriente de lo que muchas veces se escribió, se dijo y se criticó. Uno de los grandes puntos controversiales fue la creencia de que Yoko Ono había sido la principal responsable de la separación de la banda. Y, tal parece, según lo visto en el filme de Peter Jackson, no fue así. O, por lo menos, no fue la gran culpable de ese final tan doloroso para los millones de admiradores de The Beatles. Sí es cierto que su presencia constante al lado Lennon, a quien no abandonaba ni a sol ni a sombra, ocasionaba incomodidad a los demás. En el filme, sin embargo, eso no se percibe con nitidez, salvo en aquellos instantes -al día siguiente de la reunión de conciliación con George- en los que estando presentes Paul, Linda McCartney, Ringo Starr y otros miembros del equipo de producción, se menciona que en dicha reunión Lennon cedió la palabra a Yoko para que ella fuera la que hablara en su nombre. Y la frase de Paul es lapidaria: “Si John tuviera que elegir entre Beatles y Yoko, elegiría a Yoko”, para luego asentir cuando alguien le dice que juntos componían más que cuando llegó Yoko Ono.
Lo cierto es que la separación obedeció a varios factores que el filme expone con claridad. Y, quizás, el factor más importante fue el crecimiento en el orden musical, profesional y personal de cada uno de ellos. En varios momentos se nos muestran con rápidas pinceladas, como si se tratara de pequeñas fugas, aquellas creaciones en las que de manera solitaria estaban trabajando cada uno de los Beatles. En realidad, ya estaban listos para iniciar su carrera en solitario. Quizás sentían ya como que la empresa conjunta empezaba a ser un obstáculo para ese crecimiento al que ellos aspiraban y avizoraban desde ese mismo instante. No es de extrañar, por tanto, que, disuelta la banda, salieran discos sorprendentes y notabilísimos como All Things Must Pass (1970, George Harrison), Plastic Ono Band (1970, John Lennon) y Ram (1971, Paul McCartney/Linda McCartney).
VIII
Casi desde el
comienzo de las sesiones, los sonidos de “Don’t Let Me Down” están presentes en
la banda sonora. Las dudas, las críticas, los cambios a la composición se
suceden unos tras otros. De manera imprevista, un día apareció en los estudios
Billy Preston, amigo de George Harrison y admirador incondicional de The Beatles,
cuya carrera él había seguido con
mucha atención y devoción. Billy llegó para saludarlos y ellos le comentaron
que, precisamente, habían pensado en la necesidad de contar con un tecladista.
Ni corto ni perezoso, Billy se sentó frente a los teclados, escuchó lo que la
banda había bosquejado hasta el momento y, de pronto, se hizo la luz. Los
maravillosos sonidos de su piano eléctrico y sus matices enraizados en el soul
que escuchamos en “Don’t Let Me Down”, se los debemos al gran Billy Preston, que
Dios tenga en su gloria. Ocurrió una
verdadera epifanía. Y los cuatro de Liverpool supieron, entonces, que habían
dado un gran paso adelante. Sin embargo, no hubo elogios, hubo ausencia de
calificativos, y jamás hubo celebración alguna. Sólo la sonrisa de satisfacción
de Billy Preston nos permite suponer o adivinar que el grupo estuvo
inmensamente satisfecho por el logro obtenido. Pero estamos plenamente
convencidos de que esa sonrisa del músico no tenía como origen el éxito
alcanzado. No. Él estaba feliz porque tocaba al lado de sus ídolos, porque
estaba ayudando a soportar lo que la genialidad de los músicos admirados había
originado y construido. Así de sencillo y entrañable fue este gran artista. Por
ello, muchos años después, en el ya lejano 2002, cuando se rindió homenaje a
George Harrison por el primer aniversario de su partida, nadie tuvo más derecho
que él para estar presente como invitado a esa celebración. Su hermosa voz y
los sonidos de sus teclados se elevaron en el Royal Albert Hall, poderosos y
emotivos, en una maravillosa versión de “My Sweet Lord” y tocaron las puertas
del cielo. Billy Preston fue, durante la grabación del Let It Be, un
Beatle más con pleno derecho. Y así lo entendieron ellos, que caminaron
entonces, desde allí hasta el final de esa grabación con paso seguro,
acompañados por los inspirados teclados del joven músico, y de su sonrisa
permanente, su silencio respetuoso y su admiración constante.
IX
Doce
temas componen el álbum Let It Be. Para el film, Peter
Jackson introdujo fragmentos certeros de aquellos momentos que The Beatles
dedicaron a cada uno de esos temas, aparte del “Don’t Let Me Down” que no
aparece en el álbum, pero sí como el lado B de un sencillo que tiene como tema
principal el clásico Get back. En diferentes,
momentos escuchamos pequeños o medianos fraseos de “Two of Us”, “Dig a Pony”,
“Across the Universe”, “I me Mine”, “Dig it”, “Let it Be”, “Maggie Mae”, “I’ve
Got a Feeling”, “One After 909”, “The long and Winding Road”, “For You Blue” y
“Get Back”, pero no las versiones completas o las definitivas. El cineasta
selecciona aquellos instantes en que se empiezan a bosquejar los sonidos y a
acoplar los versos a las melodías ya casi establecidas.
X
En la larga secuencia del concierto, que tiene una duración de cuarenta y dos minutos, Peter Jackson hace uso del split screen, para mostrar de manera paralela a The Beatles en concierto y las reacciones de la gente, incluida la presencia de la policía amenazando con interrumpir el recital por alteración del orden público. Efectivamente, en la calle, la gente paralizó las actividades del día. Los sonidos de la banda entusiasmaron a unos y molestaron a otros. The Beatles habían abierto el camino a muchas bandas y a otros géneros. The Beatles, con este gesto original, demostraban que aún vivían, aún cuando el tiempo se les acababa. Su música era el ahora, pero el futuro les pertenecía. De allí ese aprecio de unos, y la incomprensión de otros. Fueron veintidós días de trabajo arduo y exhaustivo, que el filme de Peter Jackson recupera con prolijidad y encanto, convirtiéndose en la versión definitiva de un hecho histórico construido de pequeños detalles, conflictos humanos y un gran desborde de creatividad. Lo cierto es que, en esos veintidós días, incluyendo el día después del concierto en el que se logró obtener las tomas finales de “Two of Us” y de “Let it Be”, estos jóvenes músicos alumbraron un hermoso disco que documentaron con unas imágenes que han servido para darnos a conocer las intimidades de su quehacer musical. El concierto final, que Jackson nos ha mostrado en su totalidad con una gran generosidad de recursos, fue el magnífico cierre de un camino singular que los mostró por última vez juntos y haciendo lo que amaban.
Como los grandes filmes dedicados a los músicos admirados, y cuyo ejemplo máximo es The Last Waltz (1978, Martin Scorsese), Get Back, de la mano de un cineasta sensible y melómano, nos transmite con pasión su amor por la música y su cariño por los intérpretes, haciendo realidad, lo que, quizás, Michael Lindsay-Hogg, deseó y no pudo concretar en aquellos turbulentos días de finales de la llamada década prodigiosa.