El sueño eterno de la revolución
The Clash - “London Calling” (1979)
“La única banda que realmente importa”, una sentencia sin atenuantes que definía la estatura del fenómeno The Clash a fines de los años setenta. Es que también ellos encarnaron el rol de la nueva banda inglesa que promete cambiar la historia de la música. Pero algo los diferencia del resto: ellos si cumplieron y London Callin” es la prueba. Por entonces ya contaban con dos muy buenos álbumes a cuestas (“Give 'em Enough Rope” y “The Clash”) y el regreso de su primera gira americana los enfrentó con la cruda realidad de una Inglaterra gobernada con férrea mano femenina. El refugio ideal fueron los Vanilla Studios, donde entre fútbol y covers de Dylan y Didley pergeñaron el embrión de su obra más reconocida.
Si bien desde la lírica ya venían desmarcándose del nihilismo escapista de los Sex Pistols, desde lo estrictamente musical es con el ecléctico “London Calling” que alcanzan a delinear el modelo de canción que terminaría por convertirlos en un clásico. El punk cede espacio al rockabilly (“Brand New Cadillac”) y al ska (“Wrong 'Em Boyo” y “Revolution Rock”), el reggae cobra un protagonismo decisivo (“Rudie Can't Fail” y “The Guns Of Brixton”), y hasta hay lugar para lounge jazz (“Jimmy Jazz”). Con excepción del pulso levemente agitado que exhiben “Koka Kola” y “Four Horsemen” casi no quedan rastros del frenesí que invadía su opera prima. Las piezas se van ensamblando una a una con naturalidad y de pronto el escucha advierte que los músicos están trazando el puente que permitió al punk cambiar de década. Al fin de cuentas, “London Calling” no es otra cosa que la salvación del punk.

Si bien desde la lírica ya venían desmarcándose del nihilismo escapista de los Sex Pistols, desde lo estrictamente musical es con el ecléctico “London Calling” que alcanzan a delinear el modelo de canción que terminaría por convertirlos en un clásico. El punk cede espacio al rockabilly (“Brand New Cadillac”) y al ska (“Wrong 'Em Boyo” y “Revolution Rock”), el reggae cobra un protagonismo decisivo (“Rudie Can't Fail” y “The Guns Of Brixton”), y hasta hay lugar para lounge jazz (“Jimmy Jazz”). Con excepción del pulso levemente agitado que exhiben “Koka Kola” y “Four Horsemen” casi no quedan rastros del frenesí que invadía su opera prima. Las piezas se van ensamblando una a una con naturalidad y de pronto el escucha advierte que los músicos están trazando el puente que permitió al punk cambiar de década. Al fin de cuentas, “London Calling” no es otra cosa que la salvación del punk.

JORGE CAÑADA