GET BACK: THE BEATLES VISTOS (Y AMADOS) POR PETER JACKSON (II)

ESCRIBE: ROGELIO LLANOS Q. 

IV.

Carentes de la dirección firme y efectiva que le había impreso Brian Epstein, The Beatles no pudieron evitar mostrar evidencias de las dificultades que tenían para mantener su cohesión. Ese potencial creativo que fluyó a raudales en el pasado avanzaba ahora lentamente con muchas dificultades. La vida privada y las aspiraciones personales se levantaban como fantasmas inmovilizadores. Y en ese desconcierto, con otras motivaciones en el horizonte, el interés por mantener viva la banda se fue diluyendo más y más. Este apretado resumen histórico que viene desde los inicios de The Beatles hasta fines del año 1968, Peter Jackson nos lo recuerda con el montaje de rápidos y breves fragmentos de filmaciones de aquellos momentos que llegaron a convertirse en hitos en la historia musical del grupo. Esta manera de mostrar el pasado glorioso de una banda legendaria, señalando con fechas tales hitos, para luego confluir a comienzos de 1969 en los estudios Twickenham, es una magnífica introducción para lo que vamos a ver luego: el fin de una época, parte de los últimos momentos de vida de un grupo musical que hizo historia, que creó composiciones que han pasado a ser clásicos imbatibles y cuya influencia en el campo de la música persiste a pesar de los muchos años transcurridos. 

Mientras veía este material previo al primer día de reunión de la banda, recordé un filme que había revisado por enésima vez el día anterior: El Último Pistolero (The Shootist, 1976).  Allí Donald Siegel utilizó un recurso similar -una pequeña cronología de vida con retazos de sus películas anteriores- para hacernos conocer a su personaje (John Wayne), un viejo pistolero que cansado y enfermo llega a una ciudad del Oeste para pasar allí sus últimos días. Esta introducción es esencial para poder conocer al protagonista de la historia, crear un vínculo emocional con él y, sobre todo, remarcar el hecho de que el protagonista más allá del ámbito de la ficción es un personaje real plenamente identificado con los valores del Oeste que el tiempo los está dejando atrás. En Get Back, Peter Jackson obra de similar manera que el maestro Siegel. A lo largo de diez minutos, nos muestra quiénes han sido The Beatles, cuál ha sido su papel en la evolución de la historia musical y del mundo, y nos recuerda que más allá de su condición de estrellas del espectáculo que han llegado a alturas olímpicas, son seres humanos con sus virtudes y defectos, con sus sensibilidades y pasiones y que, como tales, han llegado a un punto final de donde ya no es posible retornar.

El tiempo, los nuevos vientos que corren en el mundo de la música, los diversos intereses personales, el cansancio, las diferencias insalvables de opiniones y enfoques respecto al quehacer musical, fueron determinantes en la hora final de la banda. Porque Get Back, si bien nos habla de la creación de canciones, es también un filme sobre un final, sobre el lírico ocaso de un grupo musical que, a pesar del esfuerzo que está haciendo para poder crear una obra en conjunto, bien sabe o intuye que está viviendo sus últimas horas. Es desde aquí, desde este comienzo emotivo, que nos damos cuenta que no estamos frente a cualquier documental sobre la vida de una banda. No es el aprovechamiento oportunista a una veta fílmica que es posible explotarla comercialmente. No. Es, por el contrario, el acercamiento respetuoso y cariñoso a un material valioso que refleja fielmente el acto de la creación poética y musical, intentando comprender a los protagonistas, mirándolos con respeto y admiración, sin intentar juzgarlos. Y es la mirada cariñosa, plena de emoción del melómano irredento y del cineasta de estirpe, hacia una banda que dejó el alma y la piel en ese acto creador -estimulante y agotador- y que ya no da más, convirtiendo sus últimos versos y sonidos en una suerte de canto de cisne que aún resuena en el cerebro y en el corazón de los melómanos con sus notas vibrantes, tiernas o aguerridas, serenas o impetuosas. Pero siempre bellas, siempre inolvidables.

V.

Luego de varios años lejos de los escenarios, The Beatles, por iniciativa de McCartney, hablaron una vez más de un concierto, de iniciar un tour, pero tras la oposición de Lennon y Harrison, y tras nuevas discusiones se arribó a una salida en la que todos aparentaron concordar: un programa de televisión con presencia de un pequeño público. ¿Dónde hacer ese programa? Se habló incluso de viajar a Trípoli, y de hacer el recital en un gran anfiteatro romano. Finalmente, y con el director Michael Lindsay-Hogg embarcado en la nueva aventura, aterrizaron en los fríos estudios de Twickenham en Inglaterra. Allí, en los estudios, surgió una nueva idea: grabar un nuevo álbum, alejado de todos los tecnicismos del momento y, siempre, bajo el registro constante de una cámara que captaría todos los detalles del proceso de creación, ensayo y grabación. Y así, a lo largo de veintidós días fue como se llevó a cabo este proyecto que dio a luz un disco y una película, Let It Be, y que ahora se ha convertido en un nuevo filme de siete horas y veintiocho minutos de duración que Peter Jackson ha denominado, como el proyecto inicial, Get Back.

Todo el movimiento inicial nos lleva, poco a poco, a concentrarnos en unos planos de conjunto en el que, sentados en corro, Paul, John, George y Ringo, instrumentos en mano empiezan a hacer lo suyo, bajo la mirada expectante de técnicos y productores. Desde el arranque escuchamos los sonidos primarios y aún inciertos de “Don’t Let me Down” y de “I’ve Got a Feelin’”. Intercalando con aquellas composiciones que pugnan por salir a la luz, observamos con curiosidad e interés las discusiones acerca de la naturaleza del proyecto, y con no poco placer observamos los jam sessions de la banda que incluyen pequeños covers de los compositores y músicos admirados. Suenan así “Quinn the Eskimo”, “Johnny be Good”, “I Shall be Released”, “Midnight Special”, “The Third Man”, entre muchos otros. Hay a lo largo del filme, y especialmente en los tramos iniciales, una sensación de caos, de no tener los objetivos claros, de tratar de buscar el camino de la creación a través del intercambio de ideas, del repaso de viejas melodías con otros ritmos y diferentes fraseos, de ejecución de sucesivas variaciones de los mismos versos, de la repetición de frases inconclusas o inconexas en el intento de encontrar la palabra esquiva, el acorde huidizo. La cámara cinematográfica capta en detalle los gestos, las actitudes, los movimientos de los cuatro músicos, que interactúan entre ellos, comentando, apuntando o corrigiendo la ejecución de acordes, riffs y tonalidades. Es a través de esta mirada acuciosa que el filme nos introduce en el universo Beatle. Todo pareciera transcurrir sin orden ni concierto, con un McCartney tratando de movilizar todos los resortes creativos de la banda.

Este es un documental que tiene una característica esencial: no hay un hilo conductor visible, salvo claro está el hecho de que todo está encaminado hacia una presentación pública -que durante muchos días fue incierta porque no había acuerdo dónde realizarla- y la grabación de un nuevo disco, planteamiento surgido a último momento. Esta aparente falta de hilo conductor, que en el cine lo identificamos como el punto misterioso a través del cual pasamos de un estado a otro, aquí no lo tenemos. Peter Jackson trabaja sobre el material ya filmado y selecciona aquellos momentos que crean esa atmósfera hecha de caos, languidez, brío, diversión, conflictos. Y, de pronto, pequeñas luces en el horizonte: sonidos y versos que van naciendo, que van encajando, que vamos identificando como los albores de los clásicos que ahora bien conocemos. No hay, sin embargo, frases de elogio tras los hallazgos, tras los logros. Sólo hay pequeños gestos de aceptación que incluyen risas, bromas y mucho humor. Pero el trabajo creativo debe continuar. Estamos frente a una rutina laboral. La creación de un álbum es como cualquier otra actividad humana. Una aventura empresarial dirigida a la gestación de versos y sonidos que, bajo ciertos arreglos armoniosos, generan melodías capaces de estimular nuestro sentido de la audición. Y como en toda aventura laboral hay mucha actividad repetitiva, hay novedades, caídas, logros. Y también conflictos.

El filme de Peter Jackson, en sus casi ocho horas de duración, cumple también con una labor de sinceramiento o desmitificación respecto a ciertas invenciones que suelen generarse en torno a las grandes estrellas musicales. El cineasta, sin dejar de lado su profunda admiración por The Beatles, captura ese itinerario vital construido en base a esas pequeñas cosas que humanizan a los protagonistas. Y por ello, presta mucha atención no sólo a esa labor ardua y fatigante propia de la actividad creativa sino también a ese elemento revelador de los sentimientos más profundos e intensos del ser humano: el conflicto. Get Back es un testimonio de vida invalorable, cuyo interés crece tras cada revisión que hacemos de él.

VI.

“Si escribo una canción, debo sentir que yo la escribí”, dice George Harrison ante la mirada seria y distante de Paul McCartney convertido en jefe de esta expedición musical. “La idea de estar involucrados tanto como si… fue lo bueno del último álbum (se refiere aquí al Álbum Blanco). Es el único álbum hasta ahora en el que traté de involucrarme”, continúa, no sin cierta incomodidad. Mucho resentimiento acumulado y, quizás, dolor. La expresión de Paul, captada rápidamente por una cámara atenta a cada detalle, descubre la tensión creada. Un “Sí…” manifestado con sequedad y parquedad lo dice todo. Y a esa expresión escueta le sigue un gesto revelador: Paul baja la mirada hacia su instrumento -aquel bajo memorable, compañero de tantas aventuras musicales- lo toma, a manera de una caricia, mientras George, que sabe que ha dado en el blanco, intenta romper el hielo creado: “¿No cantaremos ninguna canción vieja en el show?”. Entre el escepticismo y la sorpresa, George inicia los acordes de “Every Little Thing”. Paul empieza a cantar y, finalmente, trata de acabar con el momento difícil que se ha generado y dice. “Buen intento Johnny…”. Pero, luego, George, continúa abordando el asunto. El sonido del “I’m so tired” de McCartney se escucha en un ambiente cada vez más tirante. A pesar de ello, la actividad continúa acuciados por la necesidad de cumplir con los plazos establecidos.

Los intentos de avanzar con el “Don’t let me down” son infructuosos. Nadie está contento con la parte vocal. Los coros o estribillos que intentan adaptar a la composición no funcionan, tienen un resabio a comercial publicitario. Para superar el cansancio, se apela a los covers, a los viejos temas tocados en tonalidades distintas. Pero nada evita el conflicto que ya ha aflorado y que se mantiene latente. Más aún cuando McCartney dispone cómo se deben tocar los tambores o las guitarras. No hay duda que ante el desconcierto, Paul se ve obligado a tomar el control de la banda. Pero es un control en el que hay también una suerte de exclusión o, en todo caso, minimización a los aportes de un George Harrison que, con el paso de los años, ha ido acumulando un material musical propio y valioso. Resulta bastante duro ver la manera cómo algunas composiciones de Harrison son postergadas o banalizadas como fue el caso de “I Me mine”. La frase de Paul, “es bonita”, y el baile de John y Yoko con la melodía de este tema entrañable de Harrison son más bien expresiones de menosprecio a una obra que se va construyendo con gracia y sensibilidad. Pero los egos de los compositores principales son enormes. Finalmente, “I Me Mine” y “For Your Blue” aparecerán en el álbum como una concesión al autor de “All Things Muss Pass”, otra composición que fue dejada de lado, aunque, quizás en buena hora, porque luego George crearía, a partir de ese tema un álbum de nombre similar que es una verdadera delicia para los melómanos, una obra maestra absoluta.

Peter Jackson ha intentado –y logrado- captar minuciosamente todo el conflicto instaurado en torno a la participación de Harrison en la actividad creativa del grupo. Las imágenes son muy elocuentes: mientras John y Ringo observan en silencio, George y Paul se enfrascan en una discusión respecto a cómo se deben tocar los temas. Las discrepancias se mantienen hasta que George decide abandonar la banda. La recomposición del grupo, y el retorno de George, tomaron su tiempo y ello obligó a variar la fecha final señalada para el concierto, cuyo lugar aún no estaba decidido. Entre discusiones sobre la permanencia del grupo, el lugar del concierto, el trabajo creativo, los divertimentos, los ensayos, las pruebas, las audiciones de las versiones que van adquiriendo su forma final, el filme avanza con el pleno convencimiento de que el espectador ha hecho carne de esa labor diaria, intensa y exhaustiva. Pero Jackson tiene varios ases guardados bajo la manga. Y con la aparición de cada uno de ellos, sorprende al espectador y lo convence de seguir atento a la rutina laboral de la banda más grande del mundo.

(Parte 1).

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